Bienvenidos a Salseo en el aula, el lugar donde aportaré mi punto de vista más personal sobre interacciones con mis estudiantes a lo largo de estos años. No mencionaré nombres ni centros; de todas formas, si alguno de los protagonistas llega a leer esto y se siente aludido, espero que sea para traerle algún buen recuerdo o una sonrisilla furtiva.
Vayamos al grano: En el aula, cuando el currículo permitía alguno de esos momentos distendidos entre profe y estudiantes (entrega de notas, tutorías, tiempos muertos de cualquier tipo…), con cierta frecuencia surgía la cuestión: “¿Para qué estudiar?”
A falta de mayor reflexión y documentación, pero con la mejor intención de ayudar a mis estudiantes a clarificar su futuro, yo les comentaba algo parecido a esto:
“Bajo mi punto de vista, debéis estudiar por 2 razones principales (da igual el orden):
1. Por el título (el papelito). Sin olvidar la parte más romántica referida a las vivencias, esfuerzos y orgullo que contiene un título académico, no nos engañemos: los títulos abren puertas. Sin duda, son herramientas que nos permiten avanzar por algunos senderos de la vida que, de otra manera, estarán cerrados para nosotros. Y, aunque suene controvertido, nos darán cierta ventaja competitiva para optar a algunos puestos de trabajo[1].
2. Por el aprendizaje (el tesoro interno). Pongámonos románticos de nuevo y aceptemos que a todos-todos-todos nos gusta saber. Saber sobre cómo tratar con un cliente difícil, saber sobre cómo enfoscar una pared de ladrillo, o conducir una moto, o conocer las plantas del monte… A todos nos enorgullece saber.
Resumiendo, como decía B.B. King: “Lo maravilloso de aprender algo es que nadie puede arrebatárnoslo”. Conocer el mundo que nos rodea siempre nos aporta una visión más intensa y certera sobre la realidad. Y aleja miedos.
P.S.: Y “la gran cuestión” (ironía, jeje): ¿Para qué me va a servir en el futuro hacer tantos análisis sintácticos? Si os digo la verdad, soy filólogo y aún me lo pregunto. La respuesta en clase siempre ha sido parecida a: “Está en los contenidos y tenemos que aprenderlo, pero probablemente nadie vaya a aplicarlo en su vida posterior”. Eso sí, siempre me ha divertido mucho ver los piques de los alumnos cuando ya lo iban dominando y corregíamos oraciones en la pizarra.
A volar también se aprende.
[1] A menudo aparecerán pelotas, enchufados y otros especímenes que darán al traste con esta reflexión, pero nuestro esfuerzo y nuestro título siempre nos ayudarán a encontrar nuestro sitio. Si te encuentras en el grupo de los privilegiados, por favor, intenta ser serio en el trabajo, sea cual sea tu posición.